lunes, 3 de marzo de 2008

Maternidad, ventaja de estar sola: "La noche"


A continuación les dejo unas citas del libro "Crianza, violencias invisibles y adicciones", de Laura Gutman (edición 2006 Editorial del nuevo extremo, Buenos Aires). Más que referirme a la autora y sus planteamientos aquí, vengo ahora a rescatar una parte de este libro que leí hace poco y que en la que hace referencia a cierta ventaja que tendríamos quienes enfrentamos la crianza de un hijo sin una pareja, en particular en los comienzos del "puerperio", cuando lo que necesitamos madre e hijo es todo el espacio para vivir esa fusión sin distractores . Lo cierto es que a muchas nos faltará, en cambio, lo que señala en un capítulo anterior: "El puerperio es un estado de máxima vulnerabilidad, por ello es imprescindible que las mujeres estemos cuidadas y amparadas por individuos (o familias, grupos o sociedades) que permanezcan en tierra firme", aunque hay que tener presente que esta eventual y recurrente "falta" no es privativa de las madres sin pareja.


"Sólo las mujeres que hemos sido madres sabemos qué significa atravesar las noches con un niño en brazos. Si creemos que hay objetivos que cumplir y si suponemos que el bebé debe dormir... la experiencia puede parecerse al infierno. Una vez pasado el hechizo del parto, incluso si ha sido muy traumático, llega un momento en que se instala la rutina, las noches se suceden y se agrandan a cada instante. El cuerpo resiste cada vez menos, agobiado por el cansancio y el dolor de espaldas. La tensión crece dentro de la pareja, ya que el niño se va conviertiendo en un pequeño monstruo que devora todas las ilusiones que habíamos inventado durante el enamoramiento.
(...) En realidad, el niño nos está buscando con el único fin de que nosotras mismas nos encontremos. A través del dolor o la soledad, nuestra percepción aumenta y así podemos entrar en contacto con nuestras zonas oscuras: ése es el propósito de nuestros hijos. Por eso nos despiertan, para recordarnos que necesitamos permanecer juntos, apegados, piel a piel, corazón a corazón, de día y de noche, sin que nos importe el mundo externo.

(...) Para el niño pequeño no hay tiempo, y los relojes no sirven de nada en el reino atemporal de la maternidad. Durante la noche, moribundas de cansancio y sudor, podemos sentirnos verdaderamente en estado de gracia divina. Nada nos priva de continuar entregándonos a este raro sentimiento de disfrutar de la riqueza espiritual que llevamos dentro.

(...) Sé que descritas de esta manera, las noches puerperales pueden parecer románticas. Pero no lo son. Al contrario, normalmente son caóticas para las parejas. Llamativamente, las madres que crían solas a sus hijos no viven tan dramáticamente las noches sin dormir, tal vez porque están más entregadas, porque eso es todo lo que pueden hacer: dormirse con el niño sobre el vientre cuando ambos terminan agotados cada jornada. No hay varón que reclame espacio, ni comida, ni sexo, ni mirada. En mi experiencia, las madres solas cuentan menos lo que les pasa, porque saben que serán juzgadas hagan lo que hagan. Entonces, se arreglan en sintonía con el bebé, ya que pocas veces cuentan con alguien más. Para las parejas es más complejo: ambos quieren continuar con los acuerdos previos al nacimiento del niño, pero la tensión aumenta a medida que esos antiguos contratos quedan obsoletos y las madres no pueden responder ni remotamente a ellos."

3 opinaron:

Viviana dijo...

Ahhhhhhhh !!!!!!!! Habia esucchado del libro, peor no sabia que era tan bueno.

Gracias por la recomendacion !!!

Alejandra dijo...

Es buenísimo el libro, aunque recomiendo empezar por los anteriores de la autora: "La maternidad y el encuentro con la propia sombra" y "Puerperios y otras exploraciones del alma femenina". Entregan además varias pistas parar comprender nuestra situación en los casos de la ausencia de pareja y/o padre de los hijos, al ofrecer una interpretación del lugar que ocupan/debieran ocupar.

Mexxe dijo...

Lo transcrito concuerda totalmente con mi experiencia. En esos momentos, precisamente, tuve la lucidez de darme cuenta de que era una suerte que no hubiera, entonces, ningún señor a mi lado que me hiciera más difíciles las cosas...